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El
parque deslumbraba su verde hierba bajo los cálidos rayos del sol. Una
gran mariposa de tela zigzagueaba en el cielo torturada bajo los tiranos
hilos que se disputaban mis hijas entre risas y llantos. Mi esposa
Patricia descansaba junto a mí bajo la sombra de un frondoso espinillo,
sus suaves y perfumadas flores formaban una acogedora manta amarilla. Un
fino hilo de agua corría a nuestro lado regalándonos un relajante y
fresco murmullo. Patricia sonreía mientras observaba a nuestras hijas
jugando y corriendo, señalándonos sorprendidas cada nuevo descubrimiento
con sus pequeñas manitos; un pequeño brote, un insecto asustado o un
fugaz pez en el arroyo.